Lección 10
Existe una idea de la Enseñanza que valdría la pena anotar y observar por un tiempo. Esta idea es la siguiente: Sólo cuando Yo, el observador, ve una idea del ser (el yo), Juan o María, como una ilusión, es libre de la tendencia a identificarse con esa idea. En ocasiones, uno puede ver una idea determinada o algo que un no-yo está haciendo sin estar de acuerdo con ello en ese momento, pero realmente no ve que la idea es una ilusión. Y como ya hemos dicho, ver una ilusión como lo que es, es ver la verdad y que X opera sobre esa verdad. Una vez que reconozco que cierta idea del ser (el yo), una idea condicionada, es una ilusión, deja de existir cualquier tendencia a identificarse con esa idea.
Ahora bien, para comenzar hoy, veamos algunas de las ideas que tenemos de las emociones desagradables. Tenemos la idea de que uno no puede evitar tener una emoción desagradable, que uno debe tener estas ideas, que las personas hacen que tengamos estas ideas de cólera, miedo, culpabilidad, resentimiento, aburrimiento, y apatía de “qué sentido tiene, todo es en vano”, celos, envidia y una sucesión de lo mismo. Todas ellas son emociones muy desagradables. Ahora, la enseñanza indica que uno tiene el derecho a no identificarse con las emociones desagradables. Como hemos dicho, un derecho era algo que nadie nos podía quitar, y nadie nos puede quitar el derecho a no identificarnos con las emociones desagradables. El ser (el yo) puede tenerlas, pero Yo, el observador, no tiene la necesidad de identificarse con ellas y nadie nos puede obligar a hacerlo. Por lo tanto, se trata de algo que nadie nos puede quitar.
A medida que lo observamos vemos que las emociones desagradables realmente surgen en el ser (el yo) y que las emociones desagradables, por supuesto, provocan un enorme cambio en la química del cuerpo cuando nos identificamos con ellas. En efecto, uno se vuelve adicto a estas cargas que le dan a uno una sensación de energía o fuerza o algo más. La autocompasión es una de las emociones desagradables más comunes. La autocompasión le da a la persona una sensación de amor propio—“Soy tan maravilloso, tan agradable y nadie me está tratando bien”. Por lo que uno mima al ser (el yo) cuando se identifica con la idea de la autocompasión. Ahora, a medida que comenzamos a comprender al observar el ser (el yo), Yo, el observador, observando el ser (el yo), vemos que todo ello es una ilusión, que no hace que seamos más conscientes, que no lo lleva a uno a un estado de ser superior, pero que realmente lo lleva a un estado de ser mucho más bajo, a la apatía, el miedo, la autocompasión, a los niveles más bajos de ser, a un estado hipnótico. Ellas sugieren, por supuesto, desde la infancia, que todas ellas son algo maravilloso y que uno no puede evitarlas. El bebé controla a los adultos con emociones desagradables. El bebé llora “auto-compadeciéndose”, y alguien lo levanta. El bebé llora “enojado”, y alguien le presta atención. El llora “dolorosamente”, y todo el mundo corre a su lado. Así que el ser (el yo) comienza a temprana edad a valorar las emociones desagradables.
Ahora, a medida que Yo observo las emociones desagradables vamos a observar lo que el ser (el yo) está tratando de ganar con estas emociones desagradables. Comencemos con la cólera. Cuando Yo, el observador, observa que el ser (el yo) está enojado, vamos a ver cuál es el motivo del enojo, lo que pretende lograr. No es algo que no se pueda evitar; sino que es la manera de hacer que la gente rectifique. Es un esfuerzo por controlar, y uno gana esa sensación de importancia, una sensación de poder controlar a las personas.
Ahora vamos a observar la autocompasión, lamentarse. ¿Ser un mártir no controla del mismo modo a la gente? “He complacido a todo mundo y no lo han apreciado. He trabajado hasta acabarme las manos y nadie lo toma en cuenta”, es una forma de llamar la atención, ¿no es así? y por lo general, ¿funciona? Al menos el ser (el yo) le está prestando atención al ser (el yo). Un no-yo está sintiendo pena por el estado en su totalidad de los demás no-yos y una multitud entera se involucra y uno se encuentra en un estado muy desagradable; uno podría decir que se encuentra en los barrios bajos de su mundo interior, y todo por un intento de controlar.
Ahora, gran parte de esto comienza con la avaricia. Uno obtiene hasta cierto punto placer, comodidad, atención, aprobación y la capacidad de controlar a los demás, especialmente si ellos son más pequeños o más jóvenes, o uno es el jefe. Muy pronto no es suficiente. La avaricia dice que debería lograr más. Y comienza a crear imágenes. Comienza a plantear sugestiones: “Bueno, después de todo, en ese momento no lo apreciaron, les di a todos los empleados un bono de Navidad y ninguno de ellos ha venido realmente a darme las gracias. Le compré a la familia una camioneta nueva y lo único que desean es más dinero para conducirla. Le preparé la cena cada noche cuando entraba, pero realmente nunca ha apreciado lo que hago por él”. Por lo tanto, la avaricia con su base de los cuatro impulsos básicos duales, y siempre deseando más, mejor y diferente con respecto a cualquier cantidad que reciba, empieza a ser la gran “sugeridora”. Por lo que una de las emociones más desagradables que rara vez se observan, hasta que definitivamente alguien nos lo señala, es observar el impulso por obtener más, mejor y diferente.
Por lo tanto, lo primero y práctico de esta semana y de lo que llevaremos un registro, vamos a escribir cuando el ser (el yo) quiere más, mejor y diferente. Vamos a observar el ser (el yo) planteando sugestiones con respecto a que uno debe tener más, mejor y diferente. Lo vamos a escribir, el ser (el yo) afirma que debería obtener más atención, debería obtener más reconocimiento y debería obtener más aprobación. Vamos a escuchar lo que surge del ser (el yo) intentando sugerirle a Yo: “Lo único que le interesa es su negocio o profesión, y realmente no me ha prestado atención, casi nada, tan poca que podemos olvidarnos de ello”. Por lo que después afirma: “No me presta atención, está totalmente concentrado en su negocio o profesión. Es lo que en realidad ama. A él no le importa nada de mí”. O al revés: “A ella no le importa nada de mí. Lo único que quiere es el dinero que llevo a casa. Mientras le dé mucho dinero está bien, pero siempre exige más y más. Por lo tanto, uno observa la avaricia. Vamos a anotar todas las ocasiones en que observamos el ser (el yo), Juan o María, queriendo más, mejor y diferente. Vamos a anotar de qué manera quiere más. Vamos a ver entonces, posiblemente, que se trata de una ilusión. Cuando uno ve una idea del ser (el yo) como una ilusión, entonces deja de tener el poder de sugerir identidad o sugerir que uno se identifique con ella. Uno se libera del impulso de identificarse con ese no-yo porque uno lo ve como una ilusión. Ahora, mientras observamos la avaricia y sus diferentes formas de funcionar, la vanidad, por supuesto afirma, “No tengo avaricia, sólo trato de obtener lo esencial y cuido de todos los demás”. Vamos a observar cuidadosamente para estar al tanto de la avaricia. Y luego vamos a observar la vanidad. Lo vamos a escribir: La vanidad, el orgullo, y comenzando con avaricia, que es el origen de la vanidad y el orgullo.
Ahora la vanidad pinta una imagen muy compuesta, a la que solo se le permite salir a la superficie, como: “Qué persona tan maravillosa soy. Soy mejor que los demás; puedo ver en que se equivocan. Puedo ver sus fallas y defectos. Y, por supuesto, puedo reconocer que tengo uno o dos defectos, pero todos ellos se deben a las circunstancias. Los demás me hacen enojar y claro que me enojo, pero se debe a la mala conducta de los demás”. En otras palabras, “mi enojo es realmente indignación justa, pero los demás simplemente son irascibles, tienen muy mal genio”. Por lo tanto, pintamos una imagen muy hermosa y compuesta del ser (el yo) que se llama vanidad, con “la capacidad de juzgar a los demás, la capacidad de ver cómo soy mejor que los demás, la capacidad de ver como los demás tienen defectos a los que no me rebajaría, de ver cómo siempre he tratado de hacer lo correcto contra viento y marea, por supuesto”. Por lo que vamos a pintar esta imagen. Esto es suficiente para dar comienzo. Cada uno debemos descubrir por sí mismo cual es, en realidad, la falsa imagen del ser (el yo).
Al mismo tiempo, el orgullo es la defensa de esta falsa imagen. Vamos a escribir todas las ocasiones en que estamos a la defensiva. Ahora, en realidad, sólo existe una cosa que defender, a no ser que alguien te persiga con una pistola o un cuchillo y estoy muy seguro de que es poco frecuente, si acaso. A fin de ampliar esta imagen un poco, vamos a retroceder y pensar en todas las ocasiones en que es posible recordar que uno estuvo a la defensiva durante los últimos meses. Ahora vamos a eliminar las ocasiones en que fuimos amenazados con un arma de fuego, un cuchillo, o por un desquiciado o violencia física de cualquier tipo. Estamos hablando de las ocasiones en las que estuvimos a la defensiva por motivos psicológicos—nuestra opinión del ser (el yo). Alguien entra y dice, “Eres un olvidadizo”. Por supuesto, aquí viene la defensa. Alguien dice, “Siempre llegas tarde”. Aquí viene la defensa de todas las cosas que tuve que hacer, “Y el coche no arrancaba” o miles de cosas en defensa por el hecho de llegar tarde. “En realidad no es que llegara tarde, fueron otras cosas las que me obligaron a hacerlo. Las circunstancias hicieron que llegara tarde, si es que en realidad llegué tarde, pero sólo llegué tarde una o dos veces este año y dijeron que siempre llegaba tarde”, y mucho más de la misma idea, en general.
Vamos a llevar un registro de la avaricia, la vanidad y el orgullo. No estamos tratando de cambiarlo; no buscamos que un no-yo de auto-superación diga que tenemos que superar esto. Estamos examinando las proposiciones que se producen por la avaricia, la vanidad y el orgullo. Todo ello es el trabajo de los cuatro impulsos básicos duales, el amo llamado mamón, que el ser (el yo) sirve, cuando Yo estaba identificado con el ser (el yo), porque no lo veía como una ilusión, estaba identificado a servir. Ahora Yo, el observador, ve algo como una ilusión, lo reporta a X y en lo sucesivo Yo deja de tener la tentación a identificarse con esa idea del ser (el yo) que ha visto como una ilusión. Por lo tanto, esperamos que al hacer observaciones muy completas y registrarlas para que se puedan leer y examinar, al anotarlas, que comenzamos a ver las ramificaciones de los cuatro impulsos básicos duales según se expresan en la avaricia, la vanidad y el orgullo. Si acaso uno ve con claridad la ilusión de los cuatro impulsos básicos duales, uno dejaría de identificarse con ello y con todo lo demás que se relaciona y basa en los cuatro impulsos básicos duales y su trabajo de avaricia, vanidad y orgullo. Así que si uno lo ve ha producido información para X, por lo que aumenta considerablemente la posibilidad de que la conciencia se limpie, se purifique.
Ahora, para observar algunas de las formas en las que los no-yos, el ser (el yo), se justifica para asumir un estado de emociones desagradables. En primer lugar, Yo, el observador, observa que el ser (el yo) está recordando/repitiendo acontecimientos pasados. Ejercen una influencia poderosa para provocar el estado de las emociones desagradables porque, por lo general, o bien compara el estado actual como no tan bueno como los viejos tiempos o siente lastima por sí mismo porque “tuve una infancia tan infeliz, un año pasado tan infeliz o un estado terrible hace tres años padeciendo una enfermedad, que no pensaron que me recuperaría, pero finalmente lo logré”. Y lo pueden repetir y repetir y conseguir todo tipo de autocompasión en relación a “lo enferma que estaba hace tres años, lo mal que me sentía”. Recordarlo, obviamente, trata sobre las asociaciones inconscientes que empezamos a hacer conscientes hace unos días. Se puede observar que cada uno de los no-yos en el ser (el yo) por entero está constantemente considerándose a sí mismo—“¿De qué manera me afecta esto a mí?” Todo lo que sucede, y existen seis familias fundamentales de ellos, y cada uno ve todo lo que está sucediendo como una oposición a sí mismo. El que está decidido a salirse con la suya mediante las quejas siente, “Nadie realmente me presta atención a mí”. Ese no-yo está diciendo, “Me quejé y nadie hizo algo al respecto”. El que sale en defensa de sus derechos es muy agresivo y nadie le concede sus derechos según los considera. El complaciente trata de complacer a las personas y no lo aprecian. Hace el intento de creer y hacer lo que dicen las autoridades y no recibe recompensa. Ves, el ser (el yo) siempre está buscando una recompensa, “¿Qué gano yo con esto?” Yo no está buscando ninguna recompensa, no le interesa escapar de algo porque es una función de X. No está sujeto a una recompensa o un castigo. Su única dificultad ocurre cuando se identifica con el ser (el yo) y entonces se involucra en la confusión del ser (el yo), el nombre, Juan o María, la personalidad falsa, esa parte que incluye el conflicto y confusión que está al servicio de mamón, manipulada y controlada por mamón. Pero no está sujeto a un castigo. A veces se duerme y pasa un trago amargo. Por lo tanto, cada uno de estos yos falsos siempre está considerándose a sí mismo. Por ejemplo, el que se ha sido diferente por dos semanas, ha puesto buena cara, ha complacido a todo el mundo, ha sido atento, ha sonreído mucho y no ha iniciado ninguna discusión. “Y no soy más feliz que antes porque los demás siguen comportándose mal, como siempre lo han hecho”.
Luego, por supuesto, el acusador siempre culpa y piensa que todo el mundo debería disculparse. “Por lo tanto, culpé y nadie se disculpó y yo debería de haber tenido derecho a una disculpa”. Por lo que como ves, todos los no-yos están constantemente creando cuentas por cobrar, de las que tienes un registro y estas observando. Cuando comencemos a ver que la idea por entero de las cuentas por cobrar que se le deben al ser (el yo) son ilusiones, que no se debe nada, en ese momento uno se libera aún más de la idea de que algo se le debe. Uno deja de identificarse con estas ideas de que me deben, de que me han hecho cosas terribles y que ellos deben hacer algo al respecto. Cada yo (no-yo) tiene una opinión muy alta de su valor. El que se queja se jacta de cómo logró algo al quejarse. “Lloré y salió a comprarme un ramo de flores”. Lloré y me compró un coche nuevo. Lloré y me compró una joya o dejó de salir por la noche”. O el hombre dice: “Me senté y puse mala cara durante toda la tarde y mamá comenzó a notar que no con tanta facilidad lo toleraría todo y comenzó a ser muy amable conmigo. Simplemente salí de casa dando un portazo y cuando regresé ella más o menos estaba bajo control”. Por lo que cada yo (no-yo) tiene una opinión muy alta de sí mismo. Dirá cómo complace a las personas y que lo hizo muy bien. Uno dirá como ha sido leal a la institución que acepta como una autoridad, como siempre ha creído y hecho todo lo que la institución le ha pedido, pero está sintiendo un poco de lástima por sí mismo porque la institución, en realidad, no lo ha tenido debidamente en cuenta. De hecho, el ser (el yo) aún no ha sido nombrado la cabeza de la institución entera y aún es un subordinado, pero tiene una opinión muy alta de sí mismo. El que siempre está poniendo un frente y comportándose de manera diferente, describirá lo maravillosamente que se comportaron bajo circunstancias tan adversas. Escucharás a los yos (no yos) en el interior y a los yos (no yos) en el exterior, en el medio ambiente, hablando de lo maravilloso que procedieron, pero siempre insinúan que no se les dio lo suficiente por ello. El acusador estará muy ocupado contando cómo determinó la causa de la situación y cómo podría corregirse si todos los demás simple y sencillamente pudieran ver lo que él considera como la causa. “Si fulano de tal se pudiera eliminar o encerrar o de alguna manera deshacerse de él o simplemente desaparecer, todo estaría muy bien”. Pero aún así siente que ha sido burlado porque los demás no se han convencido por su descubrimiento de qué o quién tiene la culpa. Nadie ha cambiado su forma de ser, por lo que ha sido un maltrato el que la gente no accediera e hiciera lo que debería hacer.
Vamos a observar cómo cada uno de ellos alimenta la avaricia por lo que reporta y que cada uno de los no-yos está deseoso de más atención, más aprobación, más sensación de poder y más aprecio. Tiene una imagen falsa de ser muy maravilloso, inusual, muy desarrollado, altamente consciente y un estado de ser inusualmente piadoso—una imagen compuesta de sí mismo. Al mismo tiempo, junto con lo piadoso y maravilloso que es, además es muy consciente de que los demás no aprecian este grande y maravilloso ser. Por lo que quiere más aprecio. Por lo tanto, esto es lo que vamos a escribir después de nuestros tres encabezados de como veo la avaricia funcionando en el ser (el yo), Juan o María, como veo la vanidad. Podríamos describir esa imagen. No podrás hacerlo todo al mismo tiempo. Escribirás unas cuantas líneas descriptivas y poco después le agregarás un poco más, hasta que tengas la imagen muy bien completada y es posible que veas que la idea en su totalidad es una ilusión. Luego vamos a ver el sentimiento de la necesidad de defender esta imagen, esta imagen falsa, esta ilusión de Juan o María, el ser (el yo). Después de todo, son siempre cambiantes, siempre inconstantes, por lo que ninguna descripción podría ser exacta. A medida que anotamos todos los medios de defensa, todas las veces que el ser (el yo) está a la defensiva para probar que la imagen falsa es correcta y que la acusación es equívoca, cualquier cosa que cualquier persona haya dicho del ser (el yo) es un error, podríamos comenzar a ver toda una ilusión.
Ahora, existe más de un motivo para pedirles a cada uno que anoten lo que observen, lo que el observador observa, anótenlo y mantengan un registro de ello. Cada vez que hacemos algo tenemos más de una entrada para que ello forme parte del hombre interior. Si escucho o veo algo, es una entrada. Si no actuó sobre ello, no sucede nada. Es sólo un poco de trivialidad en la caja de las trivialidades. Pero si además lo anoto, se pone en el centro de acción de la persona. Si realmente lo examino después de haberlo anotado, haberlo visto y escuchado, entonces valoro lo que he descubierto. En ese momento involucramos a otro centro, y cuando dos o más centros están involucrados en determinada parte de la observación, algo de lo que uno sea consciente, sobre lo que haya actuado, valorado, visto y escuchado, ello es realmente ver, es ser consciente de ello. A uno simplemente le llama la atención si solo lo ve o escucha. Uno no la ha entendido. Uno no lo ha introducido realmente dentro del ser. Sólo está en la caja de trivialidades. Pero cuando se ha visto o escuchado, anotado y valorado, entonces es verdaderamente uno y no se lo pueden quitar. Por lo tanto, existe una razón muy definida para anotarlo, mantener un registro de ello. A medida que uno mantiene un registro, ve el valor del mismo. Por lo tanto, dos o más se reúnen, dos o más centros interiores de actividad del hombre se reúnen en una actividad, entonces algo realmente tiene lugar—X opera sobre ello.
Ahora, a medida que mantenemos nuestros registros vamos a observar que el ser (el yo) es una ilusión, que sus ideas en su totalidad están basadas en la sugestión, están basadas en el ideal de que el único propósito de vivir es no ser perturbado, lo cual es una ilusión. Ahora, no se puede forzar el ver algo como una ilusión. Se puede ver que no es válido. A medida que lo observes en funcionamiento puedes comenzar a observar que se trata de una ilusión. En otras palabras, ver realmente algo de una manera nueva es algo que uno EXPERIMENTA de nuevo. REPORTAR, OBSERVAR, ANOTAR y EXAMINAR, que significa valorar y ver el valor en lo que uno ha hecho.
Ahora, en este momento sería conveniente que recordáramos que estamos trabajando en la decima semana. Si nos encontramos más allá de esta lección, trabajando con la lección 32 o 27 o cualquier otro número, la vanidad ha dicho, “No tienes qué molestarte por hacerlo”. La avaricia ha dicho, “Vamos a seguir y terminar de una vez”, y el orgullo ahora defiende tu posición. Pero si podemos sugerir, si estos aspectos de mamón, la avaricia, la vanidad y el orgullo, hicieron que uno se encuentre más allá de la décima lección, décima semana, que regresemos y comencemos de nuevo, de lo contrario estos tres aspectos de los cuatro impulsos básicos duales harán que todos tus esfuerzos sean inútil.
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